El horno para pizza más famoso del mundo

Stefano Ferrara es un artesano de tercera generación especializado en la creación de auténticos hornos napolitanos para pizza, construidos enteramente con las manos.

No cualquiera se jacta de tener un “forno” de Stefano Ferrara. Y es que solo nombrarlo genera entre los que saben, un ánimo de respeto. Stefano comenzó a trabajar en el negocio familiar desde adolescente, junto a su padre, un reconocido artesano de Nápoles conocido como Mastu Natale.

“La competencia ha alcanzado un grado de especialización notable y hoy, gracias a la pasión, cuidado y atención a los detalles, nuestros hornos además de garantizar óptimas performances en términos de cocción y retención de calor, son piezas únicas del artesanado napolitano, apreciadas y pedidas en todo el mundo”, expresa Stefano en su sitio web.

Hornos móviles, hornos fijos, pequeños y grandes. Todos personalizados y decorados con pequeñas piezas de mármol seleccionada por los clientes. Con alimentación a gas, a leña o eléctricos, los hornos de Stefano Ferrari son un detalle de distinción.

El horno fijo se construye en el lugar, a diferencia del móvil que puede instalarse donde uno guste. Los hornos móviles son expeditos a todo el mundo, mientras que para la construcción del horno fijo, Stefano Ferrara tiene revendedores en Estados Unidos, Japón, Australia, Corea del Sur, China, Nueva Zelanda y Tailandia.

Los hornos Ferrara son capaces de mantener de forma constante la temperatura ideal para la cocción de la pizza napolitana, es decir, los 450ºC ó 950ºF, en un tiempo que va entre los 60 y los 90 segundos.

Ferrari aconseja cuando se trata del uso de leña, utilizar madera bien seca, con una humedad inferior al 20% y recomienda de haya, roble, fresno, por ser variedades con óptima potencia calórica. Para no afectar el buen uso del horno, desaconseja utilizar leña tratada o resinosa, ya que puede dañar el piso de cocción y alterar “el aroma de la pizza”.

En Buenos Aires, la Pizzería San Paolo funciona con uno de estos hornos, y no por nada se jacta de hacer la verdadera pizza napolitana. Un signo de distinción y de humanización, en la época de la industrialidad.